No quiere prescindir de la excitación que produce esa mezcla de valoración, mimos y autoestima del juego erótico con él. Ganar confianza en uno mismo A muchas personas, como a Laura, les encanta gustar y saberse atractivos para otros, pero su nivel de implicación emocional es bajo: lo que dura el efecto del coqueteo. Esa sensación de influencia, poder y saber hacer aumenta su autoestima y sentimiento de valía. En estos casos donde nadie acaba en la cama de nadie, el juego es seducir por seducir, por el simple placer que aporta el disfrutar de ese pícaro instante compartido sin perseguir ninguna otra meta que no sea sentirse valorados. Las nuevas tecnologías lo favorecen. Cyrano de Bergerac estaría en su salsa, porque la palabra escrita es una potente forma de acercarnos al otro al que miramos y sonreímos con un emoticono. Tenemos tiempo para pensar, imaginar y fantasear con el futuro y de equivocarnos, porque para seducir siempre necesitamos la complicidad del otro. Ante esa afirmación no hay psicólogo que se resista.
Es decir, hombres y mujeres casados o con pareja estable que entablan amistades sentimentales y, en ocasiones, sexuales a través de sitios de conversación -conocidos como chat- que existen en Internet. El 90 por ciento de los participantes en un foro que sobre el tema propuso el tiempo. La psicóloga y terapeuta de pareja Nelly Rojas dice que no es complexion sencillo como suena. Agrega que el crecimiento de ese tipo de actitud es evidente. Y su justificación, es igual que escudarse en el trabajo, el alcohol o las compras compulsivas para tapar las carencias de una relación, dice Rojas.
Redacción 20 octubre Fuente de la imagen, Getty Images Una declaración de espectáculo sexual. Una mano que reposa sobre una rodilla. Un mensaje de libro coqueto. Si viene de la assumed role correcta en el momento adecuado, puede hacerte sentir muy bien. Pero de una persona equivocada y en un momento no apropiado, un mensaje de flirteo descoloca y una caricia denial deseada puede causar incomodidad, ofender o avergonzar.